Bienvenido Abril.

El mes de las flores llega con zumbidos en el cuerpo y con mareos antes de tiempo. Los días en los que el sol quema la cara se van y aparece el viento enredándonos el pelo y haciendo que nos abriguemos y apenas podamos movernos. "Parece el Polo Norte", dice alguien, y tiene razón. Visitamos a la experiencia, con sus manos arrugadas y viejas, con sus cabellos blancos de tanto vivir y con su mirada perdida. "Cuando las personas envejecen se vuelven a convertir en niños", escucho en una de las salas, y en parte es cierto. Y siento lástima y desahogo al mismo tiempo: es triste volver a la infancia cuando más cerca de la muerte estás. Intento escribir todos los días en mi diario, intento coger flores del campo y dibujarlas aunque solo salgan garabatos pero en mi cabeza solo salen cuentas y fórmulas financieras y entonces me doy cuenta de que los años de mi juventud, los años en los que más ganas de vivir y morir al mismo tiempo tengo, los estoy pasando aprendiendo algo de memoria que no sabré aplicar dos años después; entonces la vida vuelve a ser triste, aunque el jardín esté lleno de flores.